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[vc_row][vc_column][vc_column_text]Cuando la vida te pone retos está en tus manos asumirlos o dejar que te dominen. Así empieza la historia de una joven alegre, entusiasta y poderosa, capaz de superar cualquier obstáculo.  

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Danna Camacho, de 18 años, ha atravesado por toda una aventura llena de altos y bajos que la han convertido en la persona que es hoy. A su corta edad, ha atravesado por un difícil proceso que, sin pensarlo ella ni su familia, la pusieron en un delicado estado de salud, pero que gracias al amor de sus seres queridos y a la labor de todo un grupo de especialistas del Roosevelt logró retomar su vida.

 

El inicio de un proceso de recuperación

Con un tono dulce, Danna cuenta que todo empezó cuando tenía 14 años, en ese entonces, ella atravesaba por problemas hormonales que controlaba con pastillas, sin embargo, las contraindicaciones de dichos medicamentos especificaban que podría sufrir dolores de cabeza. La advertencia era clara, pero en vista de no haber otras formas de tratar su problema se resignó a tener que tolerar los dolores que poco a poco se fueron intensificando.

 

De la nada, Danna empeoró. Los exámenes médicos no daban respuestas a lo que estaba padeciendo y su última esperanza la encontró en el Instituto Roosevelt.

 

Entre inconvenientes y obstáculos en el camino, Danna fue intervenida en el Roosevelt. Allí descubrieron que la joven sufrió un accidente cerebrovascular, producto de los dolores de cabeza que ya venía padeciendo.

 

Desde entonces el tiempo se detuvo para Danna. Mientras ella reposaba en un profundo coma inducido, el mundo a su alrededor se esforzaba por no permitir que sus recuerdos se congelaran.

 

El amor de una familia la salvó

Cuenta Danna que el amor de sus padres les permitió unirse como familia y ser parte de un reto que Danna no podría vencer sola.

 

«Mis papás me motivaron a creer que podía mejorar. Fueron fundamentales en mi recuperación porque si no hubieran tenido esa actitud, todo hubiera sido muy difícil».

 

Allí empezó todo. Comprometidos con la recuperación de Danna, sus padres fueron capacitados con la Terapia del amor, un proceso que le permite a los pacientes en recuperación recibir atención de sus primogénitos, ya que el amor es la base para que ellos puedan recuperar sus vidas.

«El Roosevelt fue una bendición para mi, ellos capacitaron a mis papás para que yo pudiera recuperarme”.

 

Tras dos largos meses en estado de coma, Danna cuenta que poco a poco su cuerpo fue tomando la fuerza necesaria para seguir adelante y aunque retomar las clases en el colegio, cepillarse los dientes, caminar y poder hablar fue un gran reto, la joven le ha demostrado a todo el equipo médico, a su familia y a si misma que con amor es posible romper cualquier barrera que la vida te pone.

 

 

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