Instituto Roosevelt sede principal: Carrera 4 Este # 17 – 50 Bogotá D.C. | PBX (601) 353 40 00 | Citas: (601) 353 40 16 | 

[vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»60px»][/vc_column][/vc_row][vc_row parallax=»content-moving» parallax_image=»348″ css=».vc_custom_1547669300456{padding-top: 150px !important;padding-bottom: 150px !important;}»][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][vc_custom_heading source=»post_title» font_container=»tag:h1|text_align:center» google_fonts=»font_family:Varela%20Round%3Aregular|font_style:400%20regular%3A400%3Anormal» css_animation=»bounceIn»][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Yeiny Gómez es una terapeuta respiratoria que cumplió 15 años de labor en el Instituto Roosevelt. Hace un año y medio su vida cambió y ahora está próxima a jubilarse. Hoy manifiesta ser una mujer más feliz y valorar todas las cosas bellas que le ha regalado la vida. Yeiny nos comparte su historia de vida y trae un mensaje de amor, reconciliación y paz interior para todos nosotros.

[/vc_column_text][vc_single_image image=»690″ img_size=»large» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_outline» onclick=»link_image» css_animation=»bounceIn»][vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Soy Yeiny Milena Gómez Otálora, tengo 41 años (aunque no se me notan), vivo con mi familia y estoy casada hace 11 años. Mi esposo se llama Víctor y mi hija Vallerie, tiene 8 años. Los amo mucho.

Llevo trabajando en el Instituto Roosevelt desde hace 15 años, ingresé gracias al Dr. Laurens quien nos dijo a Liliana, otra terapeuta y a mí que estaban contratando por temporadas de pico respiratorio en esta entidad. Así fue como entramos y nos llamaban a apoyar la UCIN y la UCIP, hasta que un día el pico respiratorio no bajó y ya nos quedamos fijas.

Nosotras trabajábamos en otro hospital al tiempo que en el Instituto Roosevelt. Teníamos turnos de noche y en las tardes y muchas veces completábamos 18, 24 y 36 horas trabajando, hoy en día me pregunto, ¿yo cómo hice? no me rendía, nunca me veía cansada porque tenía el objetivo claro que era tener mi casa y al final lo logré.

[/vc_column_text][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_single_image image=»691″ img_size=»full» alignment=»center» style=»vc_box_rounded» css_animation=»bounceIn»][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Uno siempre tiene dificultades en la vida, cosas pasajeras, un problema económico, una enfermedad momentánea, pero uno no está preparado para que la vida le cambie completamente y de un giro de 180 grados.

La situación comenzó hace ya algún tiempo, pero las sospechas de mi enfermedad surgieron hace año y medio. Yo empecé a sentir debil mis piernas y brazos, incluso no podía subir escaleras, me tocaba siempre usar ascensor. También tuve dolores muy fuertes de espalda y todo eso lo atribuía a cualquier cosa, pero como estoy acostumbrada al trabajo duro yo lo dejé pasar, no le puse atención y más bien me acostumbré al dolor.

La cosa ya se complicó cuando me sentí un ganglio inflamado en la ingle y pensé que podía estar relacionado con algo ginecológico y me dirigí con mi médica, ella me revisó y me dijo que esto no tenía que ver con su especialidad, no obstante, me pidió tomarme una biopsia. Así fue como me realicé ese procedimiento y el médico, un oncólogo quien realizaba la lectura de mis exámenes, me dio la noticia, su diagnóstico fue Linfoma No Hodgkin. Apenas me lo dijo pensé que por decir «No Hodgkin» significaba «no maligno», sin embargo, él me aclaró y me dijo que sí, que era algo peligroso y que debía internarme desde ese mismo momento en la clínica.

[/vc_column_text][vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/4″][vc_single_image image=»692″ img_size=»large» alignment=»center» style=»vc_box_rounded» css_animation=»bounceIn»][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»3/4″][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Sin poder ir a mi casa, preparar una maleta, ni avisarle a mi esposo o a mi hija, fui internada inmediatamente en la clínica CardioInfantil. Una tía que me acompañó a la cita se fue a la casa a contarles la noticia y a organizar todo. Yo me quedé esa noche sola hospitalizada, apagué el celular y lloré demasiado, no podía controlarme, lo primero que pensé fue que se me había acabado la vida. Los médicos y enfermeras me pedían que me calmara pero yo solo les decía «déjenme llorar que lo necesito» y así fue como inició una depresión que duró 4 meses.

El llanto es un tema muy especial para mí, yo era muy dura conmigo misma y decía «yo no lloro, porque cuando lloro me enfermo o me da gripa», ahora entiendo que tal vez era que cuando lloraba se me bajaban las defensas. Pero ese día nada me importó, desde que me dieron la noticia no me pude contener y lloré, lloré mucho.

Estuve cinco días hospitalizada y luego me dieron salida para la casa e inicié el tratamiento a los 15 días. No obstante, al hablar con el médico yo aún no alcanzaba a dimensionar la  situación, yo pensé que me iban a hacer quimioterapias, debía reposar unos días y luego podía seguir trabajando, pero el médico me dijo «Entiende que tu vida cambió. Tú ya no vas a trabajar más. Tu flora bacteriana es normal cuando uno está sano y trabaja en un hospital, pero tú con las defensas tan bajas, el tipo de labor que realizas e incluso, con tus dolores de columna, no vas a poder continuar».

[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Toda esta situación sucedió en agosto del 2017 y a hoy enero del 2019 solo puedo decir que he cambiado, que esto me transformó. Recuerdo mucho que el médico me dijo: «¿Cómo vas a equilibrar tu vida? Con estos medicamentos ya tienes el tratamiento para tu cuerpo, ahora ¿cómo vas a tratar tu mente?, ¿tu espíritu?, ¿cómo está tu conexión con la vida?, ¿con Dios?, ¿qué debes perdonar?, ¿qué debes olvidar?» Eso fue un choque muy profundo para mí, pero gracias a Dios tuve la oportunidad de estar rodeada de grandes personas y en todo este proceso he contado con la ayuda de mi prima Sandrita, ella me ha ayudado económicamente para mis tratamientos y me apoyó para que fuera donde un médico energético muy bueno y donde una neuropsicóloga, eso me ha ayudado a entender y a cambiar mi vida. Yo no quería aceptar la ayuda de mi prima, pero ella un día me dijo «piensa que este es el pago por todo lo que hiciste por esos bebés y niños a los que ayudaste a sanar» y así lo recibí.

Yo entendí que era muy dura conmigo misma y que a uno la vida se le convierte en una costumbre: venir a trabajar, llegar a la casa, arreglar a los hijos, dormir y al día siguiente volver a empezar. Y a pesar de que a mí me encanta lo que hago, comprendí que había perdido la motivación de mi vida.

[/vc_column_text][vc_row_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_single_image image=»699″ img_size=»full» alignment=»center» style=»vc_box_rounded» css_animation=»bounceIn»][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_single_image image=»700″ img_size=»full» alignment=»center» style=»vc_box_rounded» css_animation=»bounceIn»][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Yo no había percibido que antes yo vivía es una profunda tristeza, con depresión y ahora lo valoro todo,  me doy cuenta que la enfermedad se causó por mis propias dolencias personales. Yo les recomiendo a las personas que busquen el causante de sus enfermedades, porque casi siempre son heridas o dolores muy profundos del corazón.

Con esta enfermedad al inicio decía, ¿por qué a mí? y ahora mi pregunta es ¿para qué? Entiendo que si yo hubiese controlado mis emociones, aprender a perdonar y a soltar el «costalito» que yo cargaba de los demás, hubiese sido todo mucho mejor. Entendí que yo tenía que tomarme la vida más tranquila, incluso descansar más. Hoy aprendí a liberarme, a calmarme y a saber expresar cuando algo me molesta. Hoy vivo más feliz a pesar de mi enfermedad.

Quiero agradecerle profundamente al doctor Zapata, seguramente él entre tantos trabajadores no recordará quién es Yeiny Gómez, pero solo quiero decirle que es un gran ser humano, él irradia con su espíritu a los que trabajan allá. Agradezco que su enfoque sea contratar primero buenas personas antes que buenos trabajadores. Yo he entendido que el jefe siempre debe ser una buena persona, de esa manera el equipo funciona mejor. Me alegra ver que todo va mejor en el equipo que dejo, todos son grandes personas. 

También quiero agradecer a mi jefe, a los pediatras, al personal administrativo, a todos mis amigos y a mis compañeros de hospitalización. Ellos saben quiénes son, porque han sido muchos en todos estos años. Yo he podido compartir con las personas de la UCIN, UCIP, cirugías, pisos, con las enfermeras y las auxiliares, en fin, todas las personas, sobre todo los antiguos, a ellos quiero agradecerles porque me han demostrado su afecto y cariño, me rodearon con su alegría. También agradecer a todos mis compañeros que en los últimos días de trabajo me ayudaron, me apoyaron con todas mis dolencias, fueron mi soporte cuando no podía más y me ayudaron a realizar mi trabajo de la mejor manera. A todos quiero decirles que aquí siempre estará su amiga YY (como me dicen), siempre para escucharlos y darles un consejo. Eso me decían mis amigos, que yo tenía el don del consejo, así que aquí siempre me tendrán.

Para Dios no hay nada imposible, Él tiene el control de mi vida y aceptaré lo que Él tenga preparado para mi, siempre con fe y esperanza de estar sana pues mi hija necesita a su mamá. Es lo que más le pido a Él y a todos los que me conocen les pido sus oraciones por mí, para que un día pueda decir: estoy totalmente sana.

[/vc_column_text][vc_single_image image=»701″ img_size=»large» alignment=»center» style=»vc_box_rounded» css_animation=»bounceIn»][vc_column_text css_animation=»bounceIn»]

Aunque la enfermedad llegue hay que ser valientes,  ahora soy paciente y recibir el mejor trato me hace feliz porque sé que lo que das un día, luego lo recibes. Nunca pensé encontrar tantas enseñanzas y rodearme de tantas personas apoyándome en este duro proceso, gracias por estar presentes en mi vida. Si yo puedo, todos pueden superar lo que sea, solo necesitas ser mejor cada día, pulirte como un diamante y no dejar de brillar e iluminar a cada ser que pase a tu lado.

Un abrazo compañeros. Gracias por hacer de mi la mejor versión. 

Los quiere,  YY*.

*Esta crónica fue una construcción conjunta entre la colaboradora Yeiny Gómez y la Oficina de Comunicaciones del Instituto Roosevelt para el Boletín NotiRoosevelt, edición 23. Enero 2019.

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/vc_row]